Autodidacta, a los diez años ya     siento curiosidad por los fenómenos relacionados con la astronomía. A mediados de los     años 70 me compran mi primer anteojo, un doblete de 50x50 con el que "descubro"     las manchas solares, los satélites de júpiter, los anillos de saturno y los cráteres de     la Luna entre otras cosas, lo cual hace que mi interés por la astronomía vaya en     aumento. 
Mi primer libro "observación del     Cielo" traducción de "The Sky Observer´s Guide", junto con las     publicaciones periódicas como "Algo" me hacen sentir aún más la necesidad de     ver "MAS ALLÁ". Me preparo mis propios mapas para seguir lluvias de estrellas.     Comparto observaciones con otros aficionados. 
Sobre la misma década, intento montar     un refractor de 20 cm tras hablar con J. Costas constructor de espejos, me da a entender,     que no es tan fácil la misión por diversas razones, y me decido a obtener un telescopio     comercial. Me inclino por los refractores por razones de comodidad en su manejo. A finales     de los 70 adquiero un Polarex de 102 X 1500 mm , con lo cual puedo adentrar mucho mejor en     la observación del Universo que nos rodea. 
Observo galaxias en la Osa Mayor,     cúmulos en Hércules y sobre todo lo que más me fascina es la morfología planetaria.     Plasmo sobre el papel detalles planetarios de Marte, Júpiter, Saturno, junto a detalles     de manchas solares y otros cuerpos celestes. Todo ellos tras muchas noches viendo amanecer     pues el placer que sentía metido en mi pequeño observatorio de ciudad recompensaba     cualquier sacrificio. 
Fue entonces cuando me hice un     pequeño cobertizo con solamente dos puertas que me daban una visión muy reducida por     limitarla los edificios colindantes. Como suele ocurrir en estos casos, siempre se desea     llegar "Más allá" y a principios de los 80 me corría por la cabeza la idea de     poseer un telescopio mayor. 
He de decir que paralelamente a la     observación del macrocosmos también le dediqué algún tiempo al microcosmos, llegando a     obtener imágenes fotográficas al límite de resolución de la luz visible. Rafes en     plancton, poros en escamas de mariposas, cortes perfectos de estomas tanto horizontales,     como verticales algo que también requería de buena óptica y material complementario de     alta calidad. 
No obstante la Astronomía superaba     esos límites, pues se presentaba menos accesible y por lo tanto más deseado. Como     decía, sobre los ochenta indagué y me informé de cómo obtener un telescopio de     dimensiones mayores, en principio me rondaba la idea de un 40 cm. pero no vi tan     inaccesible un 50 cm. y aposté por él. Cuando encontré el camino adecuado, tras mucho     batallar formé la idea de construir un observatorio propio, pues tenía a mi disposición     el sitio adecuado para hacerlo. 
¿Cómo? ¿Con qué material? ¿De     qué diámetro? Fueron surgiendo preguntas que más adelante describiré la inclinación     de las mismas y el porqué. Había visto observatorios de madera con cúpula esférica y     rodamiento de pelotas de golf, nuestro compañero Justí fue pionero en España de las     mismas. Las había visto de fibra de vidrio y metálicas. Las de madera las consideraba     algo frágiles, las de fibra de vidrio difíciles de proyectar, pues necesitaba por lo     menos moldes, por lo tanto sólo me quedó la posibilidad del metal el cual podría     soldarlo o atornillarlo sin ningún problema pues disponía de las herramientas adecuadas.     Lo que más me preocupaba era el doblar los elementos y darles la curvatura adecuada lo     cual me lo solucionó un taller de curvados metálicos de perfiles.